Ya no hay vuelta atrás. Entre los 18 y los 24 meses, para bien o para mal, ya tienes oficialmente a un hablador entre manos y todo lo que puedes hacer es tratar de dirigir la nave lingüística en la dirección correcta mientras fomentas sus habilidades de habla y escucha, que florecen rápidamente. Esta es la etapa de la adquisición de palabras a la velocidad del rayo y de un océano de errores, aunque normalmente de la variedad adorable, como señalar a una mujer alta y decir «jirafa» o ver a un hombre barbudo y preguntar: «¿Cara de cachorro?». De hecho, todos estos pequeños errores son la prueba de que las ruedas de la cabeza de tu pequeño están girando más rápido que nunca, ya que todas esas nuevas conexiones neurológicas se están poniendo a prueba y, en última instancia, se están estableciendo.
En esta etapa, el vocabulario aprendido se combina con la imitación de los patrones de habla de los adultos y las asociaciones de palabras independientes. Esta es la edad en la que suelen surgir frases y oraciones de varias palabras, aunque el orden y la aplicación correctos llegarán más tarde. Aunque el lenguaje a esta edad incluirá frases como «She goed» y técnicamente puede ser un poco tosco, los padres suelen asombrarse con razón de la floreciente adquisición por parte de su hijo de temas relativamente avanzados como los pronombres, los verbos y el tiempo pasado. Aunque todavía es mucho trabajo en progreso, frases como «Me caigo» están a pasos agigantados más allá de simplemente señalar una botella y decir «ba-ba».
Pequeñas criaturas sociales
Los niños de esta edad pueden empezar a imitar señales sociales y patrones de habla, aunque no tengan ni idea de lo que están haciendo o por qué. Pueden ser cosas como coger un teléfono de juguete y decir «Mmm-hmm, mmm-hmm» repetidamente mientras asienten con la cabeza de forma seria, o saludar a extraños, animales y objetos con un sincero «¡Hola!» y un saludo entusiasta.
Ecolalia
Durante esta etapa, la ecolalia, la repetición de palabras y frases, también suele hacerse más prominente. Es posible que usted tenga su propio eco personal repitiendo las cosas que dice, ya que su hijo aprovecha esta oportunidad para practicar la formación de palabras y la creación de una gama de sonidos. A veces puede llegar a ser un poco enloquecedor, pero la ecolalia es una parte importante del desarrollo del lenguaje, ya que la repetición ayuda a los niños a perfeccionar su pronunciación y sus habilidades gramaticales.
La aparición de los pronombres
Alrededor del período comprendido entre los 18 y los 24 meses, los niños empiezan a comprender mejor el concepto de pronombre e incluso comienzan a utilizarlos en frases sencillas. Es probable que empiecen con «yo» y «tú», y luego se expandan rápidamente a los posesivos, especialmente a un enérgico «¡Mío!». Este uso de los pronombres es indicativo del correspondiente desarrollo social que están experimentando también los niños de esta edad, ya que empiezan a tener una comprensión más matizada de los conceptos de uno mismo y de los demás.
Estos pronombres pueden resultar bastante complicados para los niños, y es habitual oír cosas como «mi juguete» y «mi hambre». Estas pequeñas confusiones son de esperar y pueden corregirse con delicadeza, pero suelen desaparecer con el tiempo.
Imaginación, metáforas y juego
En esta etapa, los niños no sólo están adquiriendo la capacidad de describir su entorno y sus sentimientos, sino que también están empezando a establecer conexiones a un nivel no literal. En ocasiones, los niños de esta edad se sumergen en sus propios mundos y juegos de fantasía, describiendo y explicando sus juegos e ideas lo mejor que pueden. Puede que los padres no entiendan exactamente a qué quiere jugar su hijo o qué está imaginando, pero empiezan a vislumbrar lo poderosa que se está volviendo su pequeña imaginación.
Verbalmente, los niños pueden empezar a jugar con lenguaje no literal, como mojar un nugget de pollo en ketchup y decir «baño». Esto no es una hazaña menor, ya que demuestra que han abierto las puertas mentales a todo tipo de pensamientos y asociaciones de nivel superior.
Frustración por el progreso
Aunque los padres suelen estar encantados con el rápido progreso lingüístico de sus hijos en esta etapa, los propios niños pequeños suelen frustrarse cuando no son capaces de expresar sus pensamientos con las palabras que desean. En cierto modo, los niños son víctimas de su propio éxito en esta etapa, ya que han empezado a ver que pueden comunicarse de muy diversas formas y, de repente, lo quieren todo ya, ya, ya. No sólo han reconocido el poder del lenguaje, sino también el hecho de que les queda mucho por hacer para alcanzar el mismo nivel que el resto del mundo.
Esta frustración puede manifestarse en forma de lágrimas, rabietas e incluso retraimiento ocasional. Es esencial que los padres sean muy pacientes y comprensivos en esos momentos. Además de calmar y validar los sentimientos de su hijo, los padres también pueden ayudar modelando un lenguaje apropiado, proporcionando otras formas de expresión (como gestos con las manos, dibujos o fotos) y elogiando siempre los intentos de comunicación. Como en todas las etapas del desarrollo del lenguaje, todos los éxitos deben celebrarse a medida que el niño avanza hacia la fluidez lingüística.