Cuando las palabras cruzan fronteras, a menudo enfrentan una decisión: ¿deberían conservar su significado o preservar su sonido? La traducción se ocupa del significado, pero la transliteración enfrenta el desafío del sonido. Desde nombres de ciudades hasta marcas globales, la transliteración da forma a cómo reconocemos lo familiar en alfabetos desconocidos, a veces de manera fluida y otras con giros cómicos.

Esto es importante porque los alfabetos no son mapas de sonido intercambiables. Algunos idiomas tienen letras para sonidos que otros simplemente no poseen. La transliteración es una forma de transportar palabras entre alfabetos para que los nombres, lugares e ideas sigan siendo reconocibles, aunque se vean un poco diferentes en la página.

Transliteración vs. Traducción

Para reiterar: la traducción le dice lo que algo significa; la transliteración le dice cómo suena.

Considere la ciudad rusa Москва. Traducirla le daría “Moscow”, el nombre en inglés que conocemos. Pero transliterarla de manera más literal daría “Moskva”, que se acerca más a la forma en que los rusos realmente la pronuncian. Ninguna versión es incorrecta, pero ambas destacan la diferencia: la traducción adapta el significado, mientras que la transliteración adapta el sonido.

Un ejemplo similar es el nombre de la capital de China. Durante gran parte del siglo XX, los hablantes de inglés la conocían como Peking. Esta era una transliteración de su nombre utilizando el sistema Wade-Giles, desarrollado en el siglo XIX. Sin embargo, a mediados del siglo XX, el gobierno chino promovió el “pinyin”, un sistema que se ajusta más a la pronunciación del mandarín. Bajo este sistema, la ciudad pasó a llamarse Beijing. Hoy en día, ambas formas sobreviven en inglés, siendo más visible “Peking” en el famoso platillo Peking duck, que aún conserva la transliteración antigua.

Esta diferencia es crucial cuando tratamos con nombres propios. Una marca, un nombre personal o un lugar no siempre necesitan un nuevo significado en otro idioma, solo necesitan ser pronunciados y reconocidos.

Nombres que cambian de forma

Los nombres personales son uno de los temas más comunes de la transliteración. Si su nombre es Muhammad, podría aparecer como Mohammed, Mohamed o incluso Mehmet, según el país y el alfabeto. Estas variaciones reflejan diferentes alfabetos, acentos regionales y reglas fonéticas.

Lo mismo ocurre en sentido inverso. El nombre inglés “George” se convierte en “Jorge” en español y en “Georgios” en griego. Todas estas versiones provienen de la misma raíz, pero la transliteración las adapta a los sonidos disponibles en cada idioma.

Marcas que cruzan fronteras

Las marcas globales dependen en gran medida de la transliteración para mantener su identidad. Coca-Cola enfrentó famosos desafíos al ingresar al mercado chino. Los primeros intentos de transliteración produjeron caracteres que sonaban como “muerda el renacuajo de cera”. Después de mucha revisión, la empresa optó por Kěkǒu Kělè, que no solo aproxima el sonido de “Coca-Cola”, sino que también significa “sabroso y alegre”. Este doble éxito es poco común, ya que la transliteración generalmente sacrifica el significado en favor del sonido.

Nike, por su parte, se pronuncia “Nai-ke” en mandarín. El nombre fue elegido cuidadosamente por ser simple, fonéticamente cercano al inglés y libre de asociaciones indeseadas. Estas decisiones muestran cuánta reflexión hay detrás de algo que parece tan sencillo como escribir un nombre en un nuevo alfabeto.

Política y poder en la transliteración

La transliteración no siempre es neutral. Los sistemas políticos a menudo eligen un estándar sobre otro para afirmar su influencia. En la India, por ejemplo, los nombres de lugares que se escribían bajo el dominio británico, como Calcutta y Bombay, se cambiaron oficialmente a Kolkata y Mumbai. Estos nombres están más cerca de las pronunciaciones locales y funcionan como símbolos de independencia cultural.

De manera similar, la capital de Corea puede escribirse como Seoul en inglés, pero los textos antiguos usaban “Sŏul” bajo diferentes sistemas de romanización. La elección del sistema refleja quién tiene la autoridad para decidir cómo deben representarse los sonidos a nivel global.

El papel de los sistemas

Para evitar el caos, muchos países y organizaciones internacionales establecen sistemas oficiales de transliteración. En el caso del ruso, existen varios: científicos, ISO y versiones adaptadas al lector en inglés. El árabe enfrenta desafíos similares, ya que muchos de sus sonidos no se corresponden fácilmente con el alfabeto latino. La palabra para la ley islámica puede aparecer como “Sharia”, “Shari‘a” o “Shariyah”, según el sistema utilizado.

Los sistemas de transliteración en competencia también pueden generar confusión en la academia, los medios de comunicación y la diplomacia internacional. Por ejemplo, los textos históricos, mapas y medios pueden usar diferentes grafías para el mismo lugar o persona, lo que vuelve inconsistente la investigación y la información. Sin un estándar unificado, incluso los nombres más conocidos pueden aparecer en múltiples formas, complicando la comunicación entre fronteras.

Aun con sistemas establecidos, el uso rara vez se mantiene constante. Los hábitos locales, las grafías históricas y las preferencias personales influyen en cómo aparecen las palabras en distintos idiomas. Esto explica por qué puede encontrarse tanto “Beijing” como “Peking”, o “Quran” y “Koran”, en diferentes contextos.

Por qué la transliteración importa

A primera vista, la transliteración puede parecer un detalle técnico menor. Sin embargo, moldea la forma en que nos relacionamos con el mundo. Afecta si una persona viajera encuentra la estación correcta del tren, si una marca global es aceptada o ridiculizada, y si los nombres de las personas son respetados en contextos interculturales.

La próxima vez que vea un nombre familiar escrito de manera diferente en otro país, estará presenciando la transliteración en acción. Es un recordatorio de que las palabras no solo transportan significados; también transportan sonidos, y esos sonidos deben reinventarse cada vez que cruzan una frontera alfabética.

Sobre del autor
Prateek J

Prateek J

Prateek es un escritor independiente con formación académica en ciencias de la información e ingeniería. Tiene un gran interés en el campo de la semiótica y disfruta del teatro, la poesía y la música.