En todo el mundo, la transliteración busca tender puentes entre los idiomas al trasladar los sonidos de un sistema de escritura a otro. Pero a veces, ese puente se fractura. Los sistemas entran en conflicto, los errores se acumulan y un nombre que debía orientar o identificar se convierte en una fuente de confusión, desvíos o incluso problemas legales. En esta tercera entrega de nuestra serie sobre transliteración, analizamos cómo los errores de transliteración afectan la comunicación en el mundo real.

Cuando el sonido no es suficiente

Hemos visto que la transliteración busca preservar la pronunciación. Pero distintos sistemas suelen asignar diferentes letras al mismo sonido. Por ejemplo, la letra árabe qoph se representa de diversas maneras como “q”, “k” o “g”, dependiendo del dialecto y del esquema de transliteración. Esa variación puede generar múltiples escrituras válidas, pero contradictorias, de una misma palabra, según la región o la institución.

Cuando los sistemas de transliteración difieren, el resultado suele ser la fragmentación. Por ejemplo, el nombre de una ciudad puede aparecer en distintas formas en diferentes mapas, lo que confunde tanto a viajeros como a bases de datos.

Un buen ejemplo es la capital de Kazajistán. Durante años fue conocida internacionalmente como Astaná, luego se cambió brevemente a Nur-Sultán y hoy volvió a llamarse Astaná. Mientras tanto, su nombre en kazajo ha aparecido como Astana, Asztana o Aqtöbe en diferentes sistemas basados en el alfabeto latino. Mapas antiguos, documentos oficiales y bases de datos digitales suelen usar distintas versiones, generando dolores de cabeza prácticos para viajeros y motores de búsqueda.

Documentos legales e identidades en crisis

Los nombres en pasaportes, visas o contratos pueden variar debido a inconsistencias en la transliteración. Cuando el nombre de una persona aparece de forma diferente en documentos oficiales, la fricción burocrática es inevitable. Una oficina puede registrar “Mohamed” mientras otra utiliza “Muhammad”, lo que retrasa trámites o activa alertas de verificación.

Estos problemas surgen a menudo en lugares donde no existen reglas estandarizadas. Por ejemplo, Ucrania introdujo un estándar oficial de transliteración (DSTU 9112:2021) para unificar la ortografía de los nombres de lugares del cirílico al alfabeto latino. Sin embargo, incluso dentro del país, los sistemas antiguos y las preferencias locales siguen produciendo múltiples variantes del mismo nombre.

Cuando los tribunales, las empresas de logística y las oficinas de migración utilizan diferentes transliteraciones para el mismo nombre o lugar, los procesos críticos pueden detenerse, los contratos pueden no coincidir y las verificaciones de identidad pueden fallar.
Señales que confunden

Uno de los ámbitos más visibles donde la transliteración falla es en la señalización pública. Los letreros de carreteras, tiendas y estaciones de transporte suelen mostrar nombres o instrucciones transliteradas, y los errores aquí pueden tener consecuencias directas.

En China, la señalización en inglés históricamente ha advertido a los peatones con frases como “Note the safe, the slippery are very crafty” (“Atención a la caja fuerte, los resbaladizos son muy astutos”), en lugar de una advertencia coherente sobre pisos resbalosos.

En Gales, un letrero que debía restringir el paso a vehículos pesados fue traducido incorrectamente al galés. El texto terminaba diciendo algo parecido a “No estoy en la oficina, envíe el trabajo de traducción aquí”. El letrero se colocó y solo se corrigió después.

Errores de este tipo pueden parecer inofensivos o graciosos, pero pueden desorientar a las personas, ocultar instrucciones importantes y generar desconfianza en los sistemas diseñados para orientar al público.

Menús, productos y errores comerciales

Los errores de transliteración también aparecen en el ámbito comercial: menús, etiquetas de productos y empaques suelen sufrirlos. Un restaurante sencillo en China imprimió “Our food is guaranteed not to cause pregnancy” (“Nuestra comida está garantizada para no causar embarazo”) después de una mala transliteración de una frase tranquilizadora.

Las herramientas de traducción automática y transliteración mecánica hacen que estos fallos sean más comunes. Una etiqueta de ropa, una lista de ingredientes o una advertencia pueden aparecer en un idioma anfitrión de maneras que confunden o incluso ponen en riesgo a los usuarios. La ausencia de revisión humana provoca que la correspondencia fonética literal, sin análisis de sentido, se vuelva habitual.

Estos errores pueden dañar la credibilidad de una marca, confundir a los consumidores e incluso violar normas legales de etiquetado en mercados regulados.

Alfabetos mezclados y caos de sistemas

Cuando coexisten pocos o múltiples sistemas de transliteración para un mismo idioma, el resultado es una cacofonía de escrituras. Considere Bielorrusia, que tiene múltiples guías para romanizar nombres geográficos. La misma ciudad puede escribirse de forma diferente según la versión de las reglas empleada.

En ausencia de un estándar unificado, el uso local, las grafías históricas o las convenciones mediáticas suelen imponerse sobre las normas formales. Esto provoca mapas inconsistentes, errores en búsquedas y discrepancias en sistemas de datos.

Estas inconsistencias se multiplican especialmente cuando distintos gobiernos, editoriales u organismos internacionales emplean sistemas diferentes para un mismo idioma. Si a eso se suman los cambios con el paso del tiempo (por ejemplo, mapas antiguos frente a nuevos estándares), el resultado es una variedad desconcertante de opciones para un solo nombre.

Por qué estos errores importan

Los fallos de transliteración son más que rarezas lingüísticas. Interfieren con la navegación, la identidad legal, el comercio y la seguridad. En casos extremos, una señal mal traducida en una carretera puede provocar accidentes. En situaciones menos graves, los turistas pueden perderse, los servicios de entrega pueden desviarse o los contratos anularse porque los nombres en los documentos no coinciden.

Estos errores también erosionan la confianza. Cuando las transliteraciones parecen descuidadas o sin sentido, las comunidades pueden percibir los sistemas de señalización o identificación como indiferentes o incompetentes. Los errores comunican una falta de respeto hacia los idiomas locales y sus usuarios.

Sobre del autor
Prateek J

Prateek J

Prateek es un escritor independiente con formación académica en ciencias de la información e ingeniería. Tiene un gran interés en el campo de la semiótica y disfruta del teatro, la poesía y la música.