Entonces, los audiolibros llegaron para quedarse; ¿qué significa eso para la cultura de la lectura? Si usted le pregunta a los entusiastas de los libros, probablemente obtendrá dos respuestas: que han leído más libros que nunca gracias a los audiolibros, o que las personas que escuchan libros en realidad no los están “leyendo”. ¿Hay algo de cierto en esta afirmación? ¿Cómo se comparan los audiolibros con la lectura en formato físico?

¿Se puede “leer” un audiolibro?

Pase un poco de tiempo en círculos de lectura y rápidamente encontrará un debate muy apasionado: si escuchar un audiolibro “cuenta” como leer. Desde la manera en que se procesa la información hasta la retención total de quienes experimentan la narrativa, distintos grupos pueden debatir cómo se compara la experiencia del audiolibro con la del texto impreso.

“Sí, definitivamente se puede”

Un número cada vez mayor de personas se une al grupo del “sí” cuando se trata de decidir si se puede leer un audiolibro. Estas personas sostienen que la capacidad de comprender y conectar con una historia es el aspecto más importante de la experiencia. Afirman que lo que realmente importa es la historia, no el medio, y que por lo tanto el método mediante el cual se absorbe hace poca diferencia.

“No, los audiolibros no son lectura”

Por otro lado, un grupo reducido pero firme cree que quienes utilizan audiolibros no son realmente lectores. Alegan que leer requiere el acto visual de decodificar palabras; si no lo hace, entonces no está leyendo.

Aunque los aspectos semánticos de lo que realmente significa “leer” podrían debatirse durante años, es cierto que se ha realizado una cantidad considerable de investigaciones para determinar cómo responde el cerebro a la lectura en formato impreso frente a los audiolibros. Si busca una respuesta científica, lo mejor es empezar por ahí.

Entonces, ¿quién tiene razón?

Al final, el concepto de “leer” abarca cómo una persona comprende la información que se le presenta y qué tan bien la retiene. Escuchar información o extraerla de una página son dos métodos de adquirir conocimientos, pero ¿qué opina el cerebro sobre estas diferencias?

Resulta que al cerebro humano realmente no le importa.

Los estudios indican que las mismas regiones del cerebro se activan al encontrarse con una historia, ya sea que la persona esté escuchando o leyendo la información. La comprensión y la narrativa se absorben de manera similar. Sin embargo, la experiencia puede variar entre ambos medios y entre las personas que los utilizan. Los audiolibros imponen limitaciones a las narrativas que los libros físicos no tienen.

¿Alguna vez ha escuchado una grabación y deseado que la persona hablara más rápido? ¿Por qué hizo énfasis en esa palabra cuando usted no lo habría hecho? ¿Por qué no hace pausas en los mismos lugares donde usted lo haría? Estos pequeños factores (que forman parte de la prosodia, o el ritmo del habla) pueden influir en la capacidad de una persona para retener la información o involucrarse completamente con ella. En este aspecto, algunas personas tienen más éxito que otras, lo cual probablemente explica por qué algunas no disfrutan los audiolibros.

Sin embargo, las investigaciones demuestran que, cuando se trata del aprendizaje activo, el formato físico todavía puede ser el rey. El acto de decodificar —del que hablamos antes— aumenta el nivel de participación del cerebro con el texto. Usted puede releer una sección, recordar la forma del párrafo en la página o regresar unas páginas para consultar algo que encontró. Estas acciones tangibles pueden mejorar la memoria de una manera que los audiolibros difícilmente pueden replicar.

Por otro lado, y quizá en contra de la creencia popular, quienes escuchan audiolibros suelen demostrar niveles más altos de atención. Como no pueden regresar y releer con la misma facilidad que en un libro impreso, los oyentes mantienen un nivel promedio de atención activa más alto.

¿Qué significa todo esto?

Quizás a usted le gusten los audiolibros, o tal vez prefiera la página impresa. Sin importar su preferencia, lo que sí sabemos con certeza es que ambas opciones activan la capacidad del cerebro para procesar y almacenar información, aunque de formas ligeramente diferentes.

Sin embargo, leer es más que una función; también es un acto cultural. La aceptación de los audiolibros es mayor en algunas regiones del mundo que en otras. Tómese un momento para considerar: en el lugar donde vive, ¿cómo reaccionan las personas cuando lo ven leer un libro? ¿Lo consideran más inteligente, educado o incluso confiable? ¿O solo les importa si usted conoce la información? Poder leer, y hacerlo públicamente, puede tener grandes implicaciones en algunos lugares del mundo. ¡Si no lo hace, incluso podrían considerarlo analfabeto!

Al final, el gran debate sobre si los audiolibros son una forma “tramposa” de leer se reduce a cómo definimos la lectura misma. Si menos personas leen materiales impresos pero más escuchan audiolibros, ¿realmente la sociedad está leyendo menos? ¿O simplemente estamos cambiando el formato en el que consumimos las historias? Nuestra existencia misma comenzó con la palabra hablada; tal vez los formatos modernos simplemente nos brindan oportunidades sin precedentes para regresar a esa modalidad con la que pasamos gran parte de nuestra historia.

Sobre del autor
Carrie Ott

Carrie Ott

Carrie Ott es una escritora de negocios multilingüe, editora y entusiasta de la herpetocultura.