A veces existe la palabra o frase perfecta para una situación. A los más ingeniosos se les ocurren sin esfuerzo en la vida real. Autores y guionistas las buscan constantemente. Pero cuando se dice lo justo en el momento adecuado, el público simplemente lo sabe y, en última instancia, recuerda y aprecia esas palabras.
Estas frases pueden ser desenfadadas, como la de Tyrion Lannister en Juego de Tronos cuando dice: «Eso es lo que hago. Bebo y sé cosas». Pueden ser sobrecogedoras, como la famosa frase de Julio César «Veni, vidi, vici» en su carta al Senado romano, en la que informaba de su rápida victoria en la batalla de Zela. O pueden marcar puntos de inflexión en la historia, como el emblemático discurso de Martin Luther King «Tengo un sueño».
Sin embargo, hay un hombre que parece haber nacido para encontrar esas palabras perfectas: me refiero, por supuesto, al dramaturgo inglés William Shakespeare. No se puede exagerar su influencia en la literatura, desde sus complejos personajes hasta su comentario social, pasando por su audaz experimentación con el concepto mismo de narración, pero es en su juego de palabras en lo que nos vamos a centrar aquí. Shakespeare tenía un dominio tan creativo del lenguaje que parecía capaz de doblegar la lengua inglesa a su voluntad y acuñar palabras y frases sin las que ahora no podemos vivir.
A veces Shakespeare introducía al público en la utilidad de una palabra o frase poco conocida, como «wild goose chase» o «heart of gold» o «bloodstained». Colectivamente, tanto los espectadores de The Globe hace 400 años como el público moderno decían: «Vaya, tienes razón. Es una buena palabra», y seguimos utilizándola.
Otras veces su creatividad se debía a las necesidades poéticas de un verso o una cuarteta. Y otras veces, simplemente, era un experto orfebre que utilizaba sus conocimientos de latín, francés e italiano para experimentar y, en última instancia, ayudar a dar forma a lo que hoy conocemos como inglés de la Edad Moderna. En total, a Shakespeare se le atribuyen más de 1.700 palabras nuevas en la lengua inglesa, muchas de las cuales seguimos utilizando hoy en día. De su vasto legado lingüístico, a continuación presentamos siete de las más clásicas.
1. «Romper el hielo»
Esta frase apareció en la obra La fierecilla domada cuando Petruchio está discutiendo cómo seguir el cortejo con Bianca. Hoy en día la metáfora se sigue utilizando como entonces para un posible contexto romántico, pero ahora también incluye situaciones sociales comunes como fiestas o reuniones de negocios.
2. «Lo hecho, hecho está»
Esta frase de Macbeth se utiliza ahora habitualmente como inspiración y para promover la curación y seguir adelante. En la obra, sin embargo, Lady Macbeth la utiliza de una manera mucho más fría, ya que le está diciendo a su marido que deje de preocuparse por haber apuñalado y asesinado al rey Duncan. El sentimiento también ha disfrutado de un reciente resurgimiento a través de su primo lingüístico: «Es lo que hay».
3. «No es oro todo lo que reluce»
El príncipe de Marruecos pronuncia estas palabras en El mercader de Venecia, reflexionando sobre lo que es verdaderamente importante y la facilidad con la que podemos dejarnos engañar por lo superficial. Esta lección de vida se ha trasladado especialmente bien a la era digital, donde influencers y criptomillonarios pueden pintar una bonita imagen para vestir algo hueco o falso.
4. «En un aprieto»
Esta frase ha evolucionado un poco desde que la usara Alonso en La Tempestad, ya que en la obra se utilizaba para hablar de una situación desfavorable parecida a estar físicamente en un barril de la salmuera acre con la que se hacen los pepinillos. Ahora se utiliza más para referirse a un aprieto o dilema.
5. «El amor es ciego»
También en El mercader de Venecia, el personaje de Jessica hace esta observación muy consciente de sí misma con respecto a su amor por Lorenzo. El significado de esta expresión se ha mantenido relativamente fiel al original, en el sentido de que el amor a menudo nubla nuestro juicio y nos hace pasar por alto pequeños (y grandes) defectos en alguien. Emily Dickinson se hizo eco más tarde de un sentimiento similar en la frase «el corazón quiere lo que quiere», que también disfrutó de un resurgimiento en la década de 2000 a través de la canción pop de Selena Gomez del mismo nombre.
6. «Demasiado de algo bueno»
El personaje Rosalind de Como gustéis no solo utiliza esta acertada frase, sino que reflexiona sobre ella, cuestionándose qué es lo que hace que todos «deseemos demasiado de algo bueno». Este dicho es otro ejemplo de la sucinta capacidad de Shakespeare para abordar los enigmas de la psique humana, muchos de los cuales siguen siendo tan desconcertantes ahora como hace 500 años.
7. «Llevar el corazón en la manga»
Esta expresión significa mostrar abiertamente las emociones, y tiene un origen bastante sangriento en la obra Othello. Iago afirma que no ocultará sus vulnerabilidades y que llevará abiertamente su corazón en la manga, «para que los pájaros lo picoteen». La frase ha conservado su significado, aunque siempre sin el truculento final.
En el mundo de la lengua y la literatura inglesas, William Shakespeare se erige en solitario en la cima de la brillantez creativa y la maestría artística. Su extraordinaria capacidad para crear frases memorables y acuñar nuevas expresiones ha dejado una huella indeleble en el propio idioma, pero también es famoso por su habilidad para utilizar esas palabras para hablar de la condición humana, de las emociones que experimenta todo el mundo, desde el campesino hasta el rey. Esta capacidad de relacionarse con los demás es lo que ha hecho que las palabras de Shakespeare perduren durante siglos y lo ha consolidado como una de las mentes más brillantes del mundo. Bien está lo que bien acaba.